martes, 4 de diciembre de 2012

Posesiones

 
 
Tengo laberintos de usar y tirar
y Minotauros de goma
 para días de mucho orden y sosiego.
 
También tengo ovillos de colores 
y Ariadnas dispuestas a ser olvidadas
en islas de playmobil 
para días de verdaderos circunloquios.

Guardo fieras y vino y crótalos
y una corona de estrellas
(exclusivamente tuya)
por si algún día fueras tú la abandonada.

Tengo los brazos tan hondos
que podría consolarte mil años de tristeza
et deinde centum.

 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

14-N, Huelga de guapas


He querido
encontrar Sirenas
de camino a Mercadona,
ese trayecto con pretensión de Odisea
que acaba en la Ítaca de tus verdades
y mis lechugas.
 
He querido
morir de gozo
por culpa de esas zorras
pájaras aladas
soberanas hijas de perra
redundantes en su animalidad
morir dulceamargamente
por ellas
porque siempre
creo
(y esto es una ventaja)
me gustaron las feas.

martes, 23 de octubre de 2012

Advertencia anacrónica II

 

Jamás aprendí a ser valiente. Jamás conocí la gloria. Nunca tuve que luchar por mi libertad ni matar por mi comida porque crecí creyendo que jamás viviría encerrado ni moriría de hambre. Soy egoísta y anarquista de solemnidades. Como pizza recalentada y apenas veo los telediarios. Recomiendo libros que no entiendo y mi vida son selectos números desordenados. Siete, noventa y tres, veinte, sesenta y ocho. Mis convicciones son de usar y querer tirar. Mis recuerdos, de tirar y querer usar. A menudo me quedo aquí sentado junto a ti porque no sé otra forma de quererte que no me dé miedo. Pero si dejaras algún día entrar al caballo, has de saber que yo habré muerto mucho antes. Valiente y glorioso al fin. Arrastrado a través de una arena de laureles. Y bien sabré en mi mente y en mi ánimo que Troya habrá de perecer. Mas no me importará tanto el dolor de los troyanos en el futuro ni el de la propia Hécuba ni el del soberano Príamo ni el de mis hermanos, que, muchos y valerosos, puede que caigan en el polvo bajo los enemigos, como el tuyo, cuando uno de los aqueos, de broncíneas túnicas, te lleve envuelta en lágrimas y te prive del día de la libertad.
 
 
 
 Con la colaboración de Homero y un traductor traidor.

 

 

martes, 7 de agosto de 2012

Deus ex machina


No necesitamos tantas poleas
para salvarnos de la vida
y al fin y al cabo ningún dios
nos puede conseguir
bibliotecas hexagonales
o amores eternos.



Primer amor
 
Aquella casa no era mía.
Yo contraté la luz, el agua y las palabras.
Dispuse que los muebles y los vientos
volvieran a jugar en los balcones.
El paisaje llegaba saludando
igual que los amigos,
y al levantar la mano y las botellas
abril subía por el ascensor
y las colinas de la tarde
cambiaban amapolas por un whisky.

Yo contraté la noche para cerrar las puertas.
Quise quedarme solo con mi amada,
quedarme dentro de las horas
que ruedan con la miel de los desnudos.
Yo preparé las sábanas, los libros, los armarios,
pinté de blanco las paredes,
pero la casa aquella no fue mía.

Porque empezó a llover
durante todo un año y el siguiente,
y el otoño manchaba los pasillos
con silencios mojados y zapatos,
y estuvo el mes de enero
helando hasta cortarse con nuestra soledad
y nuestra ropa sucia,
y el coche que subió por la colina
de barro y abandono
vino para decirme
que aquella casa no era mía.

Y aquella casa no fue mía.
Aprender a vivir enamorado,
saber amar,
significa también sentirse libre
cuando un amor se acaba.

Las ruinas de hoy
no son ya mi dolor ni mi recuerdo.
Veo como un extraño
la ventana forzada, las paredes con grietas,
los azulejos rotos.

La lluvia que pregunta en la esquina por mí
sabe que aquella casa no era mía.

Luis García Montero

sábado, 16 de junio de 2012

Sin título


¿Título? No, no tiene

Filóloga de cabello ondulante,
helénica de hexagonales sueños.
De epítetos hacedora, aprendiz, brillante.
En un mundo de dioses, héroes sin dueños.

La de gustos peculiares escribe,
amante de falsetes musicales.
Tú, que la soportas, esto recibe,
y juzga también, pues somos rivales.

Vivamus en un cercano futuro
entre hexámetros, liras y mareas
y sin temor a lo incierto, lo oscuro.
Seamos Orfeo, Catulo, Eneas.

De digresión, me tomaré la libertad:
no lo leeré dos veces, ciertamente.
Bromas aparte, sabes pues que es verdad
tal vez escriba hiperbólicamente.

Empatizo contigo, mejor huye.
Y tomo papiro tal vez, y pluma,
la Palabra nace, tinta que fluye
pero siento que la rima se esfuma...
...o no.



Producido, escrito, rimado y sufrido por 
la que mueve los plúmbeos cabellos helicoidalmente
aunque el radio sea menor,
reiterada narradora de historias relativas
al ciempiés humano y otros engendros
y, ante todo,
sabedora de que cualquier cosa es digna
de un partimiento de ojete,
palabra que, creí, nunca iba a ser usada en este blog.

ÑñjadñÖu'hyl, ñaslôyññ lp kjñljafadh.



sábado, 9 de junio de 2012

La gente que se da citas preciosas

Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Julio Cortázar, Rayuela




Nunca te fíes de esa gente
que ha prescindido alguna vez
de puntos finales y espíritus ásperos
 
Ni de los que acotan oraciones subordinadas
con el traidor trazo curvo del paréntesis,
denigrando descaradamente la rectitud altanera del corchete,
intolerante a las pasiones de cualquier línea
que aspire a ser circunferencia.
 
Tampoco de esos que compran libros de autoayuda
para ejercitar la intacta humildad de su autoego.
 
No te fíes de los amigos que,
delante de ti y con frecuencia hiriente,
nombran mejor amigo a alguien
que no eres tú,
tú que guardas con lícito rencor
el deseo de entrar en la sala vip de sus afectos.
 
Ni agradezcas a esos que te ceden el puesto
en la cola de la caja cinco de Mercadona
cuando ven que sólo llevas un cartón de leche y macarrones,
porque algún día te harán pagar ese tiempo ganado
con alguna otra cosa más valiosa que el altivo y propio Tiempo.
 
Tampoco confíes en las personas
que saben andar perfectamente con tacones,
ni en las que estudian para un examen
con tres semanas de antelación,
ni en las que piensan que únicamente la noche
es el foco de todas las pasiones.

Y por último y más importante,
jamás te fíes de esos engendros excluyentes
que hacen listas de personas prescindibles
porque son los mismos
que lucen la perfección de sus líneas
sobre un folio en blanco
y son los mismos que
necesitan el amor de alguien
que comete la osadía
de marcar una subordinada
con un despreciable paréntesis.

lunes, 12 de marzo de 2012

Filantropobiblía

El autodidactismo no existe, son los padres. Los diccionarios me proporcionan un conocimiento efímero, los Berenguer Amenós se me antojan imposibles de aprehender. Los libros son buenos y pesan y enorgullecen y quedan bien en la estantería, pero no llegan a existir, como diría el Sócrates jenofonteo, hasta que no se recorren conjuntamente con amigos. Los que se encierran a leer cantidades ingentes de papiros modernos comprados en Fnac y los devoran muy celosamente y se los guardan dentro sin pensar que podrían haber tenido la conversación de su vida con un alguien que ha quedado fascinado por esa misma literatura, ésos, viven a medias. Me imagino a Roberto Arlt escribiendo, mentiroso, su patéticamente hermoso verso ''Los libros, y no la gente, me enseñaron a sonreír''. Y a Joan Fuster propinándole una colleja metafísica y literaria, y diciéndole: '' Els llibres no supleixen la vida, però la vida tampoc no supleix els llibres''. Se ve que el Arlt nació ya resabiado y con Quijotes en vez de panes bajo el brazo. Los libros y las personas son como puentes. Como las escaleras mágicas de Hogwarts que cambian inesperadamente y se entrecruzan y te descubren caminos insospechadamente bienvenidos. Yo nunca memorizaré un diccionario entero, pero mis cuatro palabras tendrán un bagaje inmenso de hirsuto, ἀναβαινω, καταβαινω, cartapacio, luego a luego, Snorri Sturluson, atroz, jalearse, pingües pingüinos, securus, seculpus, θαλαττα, sapiencia, excrucior, πολυφλοισβοιο...


Abandonar a un maestro
es iniciar un camino retroactivo
hacia los propios límites.

Alguien te dijo que podrías continuar solo,
pero el futuro es un Orfeo
que siempre acaba girando la cabeza.





¿Dónde me he dejado yo la misantropía y sus alrededores?
¿O dónde me dejó ella a mí?

lunes, 23 de enero de 2012

Tántalos, trenes y tréboles

(...)Como por sobre ascuas tendré que decir que la colocaba todos los días próxima e intocada de los rayos del sol y tenía la prolijidad dee crueldad de alejarla con el avanzar de la mancha del sol. Apenas la regaba para que no muriera y en cambio la rodeaba de recipientes de agua y había inventado fieles rumores de lluvia y lloviznas vecinas que no llegaban a refrescarla. Tentar y no dar. El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menos variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica; despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor, la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. (...)

Tantalia, Macedonio Fernández


Recuerdo haber leído en el tren este cuento cuando viajar en tren era todavía extraño y la vida sucedía únicamente fuera y no al contrario. Creo que cuando uno viaja en tren se abandona un poco y cambia. Esto me hace pensar que Heráclito fue maquinista en otra vida. A este amodorramiento espiritual y trenístico contribuyen varios fenómenos aparentemente -y supongo que también profundamente- idiotas. En primer lugar, uno sube al tren totalmente resignado a ser transportado por alguien que ni siquiera conoce, oculto por esa cabina milimétrica en la que nadie se fija en el momento de subir -por si acaso se va el tren- ni en el momento de bajar, porque cuando en la vida real uno llega a su Ítaca diaria no existen amaneceres prorrogados, ni Kavafis que te recuerden que lo importante es el camino, ni probablemente Penélopes dispuestas a escucharte. Se vuelve a producir el efecto instruccionesparadarcuerdaaunreloj. Tú no compras el billete, sino que el billete te compra a ti. Tu control y libertad sobre la situación quedan reducidos a elegir parada (y ni eso si es Civis) y asiento. En segundo lugar, el paisaje que parece ser atravesado en línea recta (creo que esa gente que dice que nota cuándo gira un tren, miente) al cabo de los días se deja de observar porque uno cree ser Funes y cree haberlo retenido todo y cree no encontrar nada nuevo, pero los Funes no existen. En tercer lugar, aparece en el pasajero experto una cierta indiferencia a las respuestas emocionales de los compañeros de vagón. Ir acompañado en un tren es tan silenciosamente peligroso que finalmente, a fuerza de peligrosidad, deja de serlo. Se instaura una ley tácita que dice que todo lo que uno ignore o moleste en el tren a un compañero queda perdonado. Se sobreentiende que es un momento difícil en el que no hay otra salida que estar sentado al lado de ese alguien. Siempre se puede huir, sí, pero nadie asegura que los peligros de otro vagón sean inferiores a esos. Y además, está feo. En definitiva, un viaje en tren no es comparable a uno en autobús o en coche. Y a pesar de que se nota cierta ira por mi parte en cuanto al tema, creo que en lo que llevo de viaje(s) he recolectado momentos buenos. El problema es que sólo recuerdo uno, porque yo tampoco soy Funes ni -creo- me gustaría serlo. Con los personajes de Borges siempre ocurre lo mismo, no sabes si te reportaría más felicidad o desgracia haber sido ellos. A lo que iba, recuerdo una conversación sobre París y sobre el desayuno del Louvre y sobre más cosas que sí he olvidado. Y tengo la certeza de no hubiese podido ocurrir en la vida real, sólo en los trenes.
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Me concedo la crueldad
de ser un breve Tántalo.
Alargo el brazo
y me retrocedes.