sábado, 30 de abril de 2011






Medea.-(...)Nosotras en cambio, obligadas estamos a mirar a un solo ser. Dicen de nosotras que llevamos en casa una vida libre de peligros y que ellos pelean con la lanza. ¡Insensatos! Tres veces yo preferiría resistir junto al escudo antes que parir una sola vez.

Medea, Eurípides



Medea, θαλαττα, θαλαττα, ensalada con pollo fugaz y fácilmente escurridizo, paseo en busca de helado/agua/algoquenoestéfríoporfavor, barco de Chanquete, siesta en el bus con Mónica Naranjo de fondo, y lo que es más importante, un bronceado (o según mi padre una quemadura de segundo grado) de albañil to' sexy. Tanto fire, tanto fire...


ὂπταιc ἂμμε





Me estás abrasando.





Safo

domingo, 17 de abril de 2011

Ἐμπίμπλασαι

Annibale Carracci, La decisión de Heracles


<>¡Es él!

Un desconocido -extranjero en Antioquía- de Édesa,
escribe sin parar. Y por fin, ahí está, terminada
su última canción. Con ella ochenta y tres

poemas en total. Pero tanto escribir, tanto verso,
tanta tensión de frases en griego,
dejó exhausto al poeta, que ahora ya
cualquier cosa lo fatiga.

Un pensamiento lo saca, sin embargo,
de repente de su tedio -el delicioso ''es él''*
que otrora en su sueño Luciano oyera.


*El poema se inspira en un pasaje de El sueño de Luciano, donde el autor de Samosata se refiere a un sueño que tuvo de joven en el que se le aparecieron dos mujeres, una pobremente vestida y con manos endurecidas por el trabajo y otra hermosa y bien vestida. Cada una trataba de convencerle de lo bien que le iría si de ella se fiaba. La más pobre le decía que el arte había dado personajes como Fidias o Policleto y que, por tanto, era garantía de gloria, mientras que la otra alegaba que la educación le procuraría justicia, prudencia y una serie de virtudes que lo distinguirían dondequiera que fuese y que todos lo señalarían entonces diciendo ‘’es él’’. El imaginario personaje del poema de Cavafis parece haberse inclinado por la primera opción del ensueño lucianesco: el cultivo de las artes, mientras que Luciano, en su relato, οpta por la oferta de la segunda mujer.

C.P. Cavafis, Antología poética, Edición de Pedro Bádenas




:)

sábado, 2 de abril de 2011

Iluminación en el Moscardón

''Los griegos fueron los inventores de la tarta de queso, que fue servida como alimento reconstituyente a los deportistas que participaron en los primeros Juegos Olímicos de la historia.''
:D


Hace unos años (¿siete,cinco,nueve?) fui de vacaciones a Albarracín con mi familia y uno de los días nos lanzamos a la aventura y decidimos buscar un pueblo de extraño nombre, el Moscardón. Raramente, lo encontramos y, después de pasear por toooodas las calles (cosa que nos llevó uno o dos minutos) y visitar el frontón del pueblo (que era una de las paredes de la Iglesia), entramos al único restaurante existente, dispuestos a zampar. Cuando llegó la hora de elegir el postre mi padre se pidió tarta de queso, pero yo por entonces no era muy fan de la tarta de queso en sí, ni tampoco sabía que existía la Filología Clásica, ni había leído poemas de Safo, así que no la pedí. Peeero, como siempre, metí la cuchara en el plato de mi padre por el simple hecho de probarlo y...(gesto de Óscar)mi vida cambió para siempre. Desde ese momento decidí hacer una especie de lista o ranking con las mejores tartas de queso que probara y siempre que voy a comer a un restaurante pregunto si tienen y si así es, la pido, la saboreo y la coloco mentalmente en la posición adecuada de mi lista. Pero en este preciso instante me acabo de dar cuenta de mi error, pues, como dijo Borges, ''nuestra mente es porosa para el olvido'' y por lo tanto, tengo un batiburrillo (me encanta usar esta palabra)nietzscheano de tartas de queso en la cabeza sin orden ni lógica. Sé que en el primer puesto se sitúa la del Moscardón, cuyo sabor ciertamente ya no recuerdo (pero sé que estaba mezclada con salsa de plátano, jà). Quizá en el segundo lugar se encuentra la de Sharanam, pero Sharanam ha decaído y mucho me temo que pasará mucho tiempo hasta que volvamos a ir. Sí puedo decir que jamás vayáis a San Vicente de la Barquera a comer tarta de queso...mucho Bustamante y mucho pescao' con raspa, pero luego nah'. La de Estela, con toque misántropo, también está buena, aunque si es posible no comedla al mismo tiempo que degustáis otros veinte postres que vuestras amigas han preparado con premeditación y alevosía.

Lo cierto es que hace siglos que no como tarta de queso, pero el otro día mi madre me llamó desde el salón para leerme el párrafo que aparece al principio de esta entrada y reaparecieron mis anhelos queseros. Yo no sabía que tan magnífica combinación fuese posible (quizá es algo que todo el mundo sabe...:D): la tarta de queso y los griegos ¡todo junto!¡Ay!... Por lo tanto creo que esta gran noticia es un infalible argumento que sacaré a relucir cada vez que me pregunten, con perniciosas y oscuras intenciones, por qué voy a estudiar Clásicas.

Efectivamente, todo está en los griegos. Y la tarta de queso, también.



Parpadeo

Pedro Salinas
dice en un poema
que no quiere dejar de sentir
el dolor de la ausencia
de la mujer a la que ama
porque eso es lo único
que le queda de ella:
el dolor.
No recuerdo sus palabras exactas.
Él lo dice mejor que yo.
Eran otros tiempos.
Salinas está muerto.
La mujer a la que amaba también.
Pronto lo estaremos todos.
La vida es un mero parpadeo.
Abre los ojos
y ciérralos

Roger Wolf