Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz
querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges.
Son las nueve de
la mañana
tú te tomas el café
rítmicamente
y una chaqueta
vaquera basta
para aplacar el
frío breve
que llega a esta
terraza del sur
aristotélica y
verde
yo cojo el
periódico
porque no siempre
es fácil
mantener la tregua
de palabras
que nos prometemos
en las horas tempranas
y leo que el sol
explotará dentro de
cuatro mil
quinientos millones de años
y será la primera
catástrofe
que nadie podrá
contar
porque el verbo
dejará de existir
pero realmente no
me importa
porque siempre he
sido ciudadana de sitios pequeños
lo que sí me
importa es que
– siendo optimista - durante los
cuatro mil
cuatrocientos cincuenta millones de años
que no vivas
el incesante y vasto universo
hará de ti
otra Beatriz
Viterbo
como si no
merecieras
formar parte de
esa pequeña y última eternidad.
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